El enfado: cuándo es útil y cuándo no

El enfado es una emoción adaptativa, destinada a neutralizar una situación que supone una amenaza, un ataque, una intrusión o, en otras palabras, algo malo para el individuo que se enfada.
Sin embargo, el ser humano ha llevado su capacidad de enfado un poco más allá, enfadándose también cuando no obtiene algo bueno que desea y espera. Hablamos, pues, del enfado en su vertiente instrumental, aquella destinada a influir sobre los demás con la intención de limitar lo malo y fomentar lo bueno.

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En términos generales, lo que aquí sostengo es que:
1) El enfado es una emoción útil para defendernos de lo malo, y no tan útil para fomentar lo bueno.
2) El enfado es útil en la medida que se exterioriza, única forma de influir sobre el entorno. Hay personas que andan todo el día enfadadas, pero al mismo tiempo controlando en exceso la expresión de dicho enfado. Es decir, se enfadan mucho y lo expresan poco o nada, hasta que de vez en cuando estallan. Una alternativa podría ser enfadarse menos, seleccionando las situaciones que de verdad lo merezcan, y enfadarse mejor, es decir, expresándolo.
3) El enfado es útil cuando lo dirigimos a la persona adecuada. Los enfados son susceptibles de sufrir desplazamientos y ser dirigidos hacia otra persona diferente de la que lo suscitó o hacia nosotros mismos, perdiendo entonces su utilidad y convirtiéndose su expresión en un mero desahogo.

El enfado puede volverse crónico, siendo esto muy perjudicial para el funcionamiento de la persona. Podríamos incluso llegar a no distinguir cuál fue el motivo que nos llevó a este estado, convirtiéndose cualquier cosa cotidiana  en un nuevo motivo para el enfado. En estos casos resulta conveniente esclarecer tal motivo: algún asunto pendiente de nuestro pasado, la no aceptación de nuestra situación vital, algún problema de salud, así como identificar las distorsiones de la realidad que conducen a la persona una y otra vez a ver las cosas de una manera que le produce enojo.

Recapitulando: Enfádate para limitar lo malo más que para fomentar lo bueno. Enfádate solo en las situaciones que más lo merezcan y exprésalo. Y enfádate con la persona que te atacó, te dañó o invadió tu espacio, y no con otra ni contigo mismo.