La importancia de los equilibrios (I): El equilibrio mente-cuerpo

La vida emocional de las personas tiene lugar a través de dos sistemas interconectados y articulados entre sí: la mente y el cuerpo. Desde ambos sistemas respondemos emocionalmente a todo aquello que nos va ocurriendo, tanto en el día a día como de una forma más global a lo que ha sido nuestra historia personal. Esas reacciones son las que van a constituir, en última instancia, nuestra personalidad. Como bien sabemos, lo mental influye en lo corporal y lo corporal influye en lo mental, positiva o negativamente. Así, por ejemplo, una buena parte de nuestras representaciones mentales traen aparejadas reacciones corporales, y, a la inversa, los estados corporales marcan el signo de las representaciones mentales.

En términos muy generales, podríamos resumir la vida emocional del ser humano en una ecuación de tres componentes: las circunstancias, las representaciones mentales y las reacciones corporales. Esto nos indica que disponemos de tres planos en los que se pueden introducir mejoras que afectaran a la totalidad del sistema. Es decir, mejorando las circunstancias externas mejora lo mental y lo corporal; mejorando lo corporal mejora lo mental y muchas veces también las circunstancias externas; y mejorando lo mental mejora lo corporal y lo externo.

En términos evolutivos, el ser humano al nacer dispone ya de un cuerpo casi perfectamente equipado para responder emocionalmente a su entorno, siendo las capacidades mentales las que se van a ir desarrollando paulatinamente a lo largo de los años. Es decir, las emociones de los bebés son prácticamente corporales al 100%. Más adelante, como decimos, dispondremos del conjunto mente-cuerpo para desarrollar nuestra vida emocional. Lo corporal será el encargado de otorgar la carga afectiva a nuestras emociones, indispensable para ser capaces de sentir algo. Así, por ejemplo, una persona puede sentir angustia y no saber con qué motivos relacionarla, y, a la inversa, otra puede estar viviendo una situación que se supone debería causarle intensas emociones y, si el cuerpo no responde, no sentir absolutamente nada.

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Volvamos al título del artículo: «La importancia de los equilibrios». En efecto, el buen funcionamiento emocional requiere, en primer lugar, de una acción conjunta y equilibrada de ambos sistemas. Luego, por supuesto, dicho buen funcionamiento también dependerá de cómo cumpla cada parte sus cometidos.

De esta forma,  una persona muy obsesiva, cargada de pensamientos de todo tipo y con dificultades para sentir, mejorará movilizando su cuerpo. Y una persona somatizadora lo hará siendo consciente de su cuerpo y asignándole significados. Resumiendo: como decía Unamuno, «siente el pensamiento, piensa el sentimiento».

Ideas para la mejora de lo corporal: Cuidar la alimentación, dormir bien, si es posible disfrutar de una vida sexual satisfactoria y la actividad física. Dentro de este último apartado, destacaré la importancia del adecuado funcionamiento del conjunto del sistema muscular. Una musculatura activada nos proporciona sensaciones de vigor y vitalidad necesaria para tener ganas de levantarnos cada mañana. Al contrario, una musculatura en la que sólo funciona un bajo porcentaje del total de fibras musculares y que, por ende, éstas están tensas y fatigadas por sobrecarga, nos hará sentir agotados y sin ganas de hacer nada que implique gastar energía.

En cuanto a las mejoras mentales me referiré al desarrollo de la función reflexiva, que nos facilitará comprender nuestra historia personal, atender a nuestros conflictos, tomar decisiones. Y también a la búsqueda de que las tendencias creativas se impongan a las destructivas, porque, hablando en términos de la política, ser la oposición como estrategia de gobierno de la propia vida no suele dar buenos resultados.

Y si algo podemos hacer por mejorar las circunstancias externas…